Competir por un segundo: marketing en la economía de la atención
- sape kilo
- hace 2 días
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Abrís el teléfono. Instagram, TikTok, WhatsApp, email. Tres notificaciones nuevas, una historia que se reproduce sola, un video que se desliza antes de que lo pienses. Todo está diseñado para captarte, incluso antes de que decidas mirar. Y mientras hacés scroll, sin pensarlo demasiado, pasás por delante de una marca de zapatillas, un reel de una cafetería nueva y una influencer que recomienda una app de productividad. ¿Cuánto viste realmente? ¿Cuánto recordás?
La economía de la atención no es una teoría nueva, pero en 2025 se ha convertido en el centro mismo del marketing. Las marcas ya no compiten por el dinero directamente: compiten por tiempo. O mejor dicho, por segundos. Por un gesto de la mano, por una pausa en la rutina, por una mirada. En ese margen tan finito es donde ocurre (o no) la conexión. Y esa conexión, cuando se logra, es más valiosa que cualquier presupuesto publicitario.
Lo curioso es que nunca hubo tanta oferta de contenido ni tantos canales de comunicación, pero también nunca fue tan difícil captar atención real. No hablamos de impresiones, ni de alcance, ni de “likes” vacíos. Hablamos de atención genuina, esa que detiene el dedo, genera curiosidad, abre una conversación o dispara una búsqueda.
En este contexto, el marketing se está volviendo más psicológico que técnico. Más emocional que algorítmico. Entender a las personas —lo que sienten, lo que temen, lo que desean sin decirlo— es mucho más efectivo que entender al algoritmo. Porque el algoritmo cambia, pero la atención humana sigue respondiendo a estímulos profundos: la sorpresa, el deseo, la identificación, la historia.
Por eso, los anuncios que mejor funcionan no parecen anuncios. Son relatos, escenas cotidianas, datos inesperados, problemas reales resueltos de manera simple. Ya no se trata de mostrar un producto, sino de meterse en el ritmo del usuario sin interrumpirlo bruscamente. Lo que no se siente forzado, fluye. Y lo que fluye, permanece.
Hoy, un copy de tres líneas puede ser más potente que un spot de 30 segundos. Una miniatura bien pensada puede superar en impacto a toda una campaña. Una respuesta rápida y empática a un comentario puede fidelizar más que un descuento. La atención no se compra; se gana. Y se puede perder en milésimas.
Algunas marcas lo entienden y se adaptan. No gritan más, susurran. No interrumpen, se insertan. No venden, dialogan. Otras siguen insistiendo en formatos largos, en ideas viejas, en discursos unidireccionales. Pero los usuarios —especialmente las generaciones más jóvenes— ya están entrenados para esquivar lo que no les interesa. Su dedo sabe deslizar antes de que el cerebro lo racionalice.
Por eso, la pregunta clave hoy no es “¿cómo te vendo esto?”, sino “¿por qué te detendrías a escucharme?”. Si no podés responder eso, todo lo demás pierde sentido. El diseño, el precio, el SEO, el copy. Todo parte de una simple reacción: atención o indiferencia.
Ahora bien, captar atención es apenas el primer paso. Retenerla es otro desafío. Una promesa sin cumplimiento genera rechazo. Un contenido que engancha pero no entrega valor frustra. Y en un mundo donde todo se comparte, las decepciones también se multiplican. El marketing eficaz de hoy no vive solo en la creatividad: vive en la coherencia.
Coherencia entre lo que decís y lo que hacés. Entre lo que mostrás en redes y lo que entregás como producto. Entre la expectativa y la experiencia. Porque si la atención es el punto de entrada, la confianza es la puerta de salida. Y sin confianza, no hay conversión, ni recompra, ni recomendación.
Es curioso cómo, en medio de tanta automatización, lo que más valoramos es lo humano. Lo espontáneo, lo vulnerable, lo que no parece perfecto. El error bien manejado, la risa auténtica, la historia personal. Esas son las cosas que hoy construyen marca. Las que dejan huella.
Por eso también están cambiando los KPI. Ya no alcanza con medir clics. Se empieza a medir permanencia. Profundidad de interacción. Tiempo de escucha. Comentarios reales. Conversaciones iniciadas. La métrica se humaniza porque el marketing se humaniza. Y si no lo hace, se vuelve invisible.
La economía de la atención también nos obliga a pensar en tiempos cortos pero estrategias largas. En construir desde micro momentos pero con una visión de largo plazo. Un video de 15 segundos puede ser el comienzo de una relación de años, si está bien pensado. O una pérdida de oportunidad, si no lo está.
En definitiva, el marketing ya no se trata solo de generar demanda. Se trata de merecerla. De respetar el tiempo de la audiencia. De aportar valor en el instante justo. De ser una presencia que acompaña, no que agobia. Porque en este nuevo mercado, la atención es escasa, frágil y muy costosa… pero también es la puerta a todo lo demás.
Y al final del día, las marcas que prosperan no son las que más hablan, sino las que mejor escuchan. Las que no se desesperan por ser vistas, sino que trabajan para ser recordadas. Porque la atención no es un fin. Es el principio.
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